Cuando piensas que todo va bien, que todo marcha, cuando te relajas de pronto se rompe, se apaga sin terminar de consumirse, no sabemos bien si por méritos o deméritos pero la ilusión, las ganas o simplemente la confianza desaparece; se la lleva el viento y no vuelve.
En otras tantas ocasiones queda el rescoldo y sólo un simple golpe de aire cambiaría la situación pero o no conocemos la medida o simplemente no intentamos dar ese soplo, nos acomodamos dejamos que pase o esperamos que el tiempo lo solucione, pero sin poner solución y llega un momento que aunque sople el viento ya no queda opción, se rompe del todo la fuerza, la confianza, el respaldo queda muerto y la decepción...
La decepción queda cuando luchas por algo o por alguien, cuando todo está en su contra, y sólo unos pocos lo respaldan y de repente por lo que luchaste renuncia, abandona,... deja un vacío y pocas ganas de volver a apostar por algo y lo único que se logra es poner más trabas al siguiente; porque las huellas que dejamos en el camino sólo hace que se tropiecen los siguientes en pasar
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